La
concepción primera de Cortés en su encuentro con los indios se encamina a la
alabanza de la superioridad de éstos con respecto a los del Caribe. Le
sorprende mucho cómo después de trabar contacto con los indios de Cempoal, aquellos que están al servicio de Moctezuma le salen al encuentro poniéndolo en serias dificultades al hacer frente a sus avanzadas estrategias de ataque. Cortés no puede más que reconocer con
cierta mezcla de admiración y sorpresa sus inesperadas habilidades de pelea: “Bien pareció
que Dios fue el que por nosotros peleó, pues entre tanta multitud de gente tan
animosa y diestra para pelear y con tantos géneros de armas para ofendernos,
salimos tan libres.”[1]
En
diversos textos las referencias a Hernán Cortés son las de un hombre con plena
conciencia política y estratégica, tal como lo menciona Sanchez –Barba en su Hernán Cortés[2].
Cortés admiraba la capacidad para luchar mostrada por los grupos de indios,
pero al mismo tiempo sabía de unos pueblos que estaban oprimidos por otros (los
tlaxcaltecas por los mexicas) y aprovechando una capacidad comunicativa más
astutamente desarrollada que la de los indios sacaba provecho de la situación
de las quejas de los tlaxcaltecas para mostrarse como un liberador que los iba
a ayudar a independizarse del dominio: “los indios no se dan cuenta de que las
palabras pueden ser tan peligrosas como las flechas[3], por ello Cortés les
prometía que los tendría “por amigos”[4] y ellos lo creían
ciegamente.
Considero
que el conquistador medía muy bien sus terrenos, de modo que planificaba la
forma de asestar los golpes sin que los indios sospecharan de su ventaja. De
hecho él aprovechaba la discordia existente entre los pueblos enemigos y el
resentimiento de los habitantes de Churultecal hacia la potestad de Moctezuma con el fin de sacar partido gracias
a su bien calculado avance estratega: “vista la discordia y disconformidad de
los unos y de los otros, no hube poco placer, porque me pareció hacer mucho a
mi propósito y que podría tener manera de más aína sojuzgarlos y que me dijese
aquél común decir de monte.”[5]
La
actitud de Cortés hacia los indios es una reafirmación del alto grado de estima
en que se tiene a sí mismo. Sabe muy
bien lo poderoso que es y puede llegar a ser, por lo cual asegura su
habilidad de convencimiento en cuanto a unirlos al vasallaje de su alteza y en
caso contrario a su persuasión; entonces viene el empleo de la fuerza para con
ellos:
Yo
les hablé a aquellos mensajeros y les dije que embajada de tan alto príncipe
como vuestra sacra majestad […] que dentro de tres días pareciesen ante mí a dar
la obediencia a vuestra alteza y a ofrecerse por sus vasallos, […] iría sobre
ellos y los destruiría y procedería contra ellos como contra personas rebeldes
y que no se querían someter debajo del dominio de vuestra alteza.[6]
Por
ende, la impresión que dejan los indios a Hernán Cortés es la de un cúmulo
humano un tanto maleable y con poca resistencia. Se presenta como amigo y como aliado de esos
indios a la vez, generando confusión en sus discursos orales; esta situación es
ejemplificada en el trabajo de Todorov [7] al mencionar el proceder
calculador del español en la vía
comunicativa con el líder de los mexicas. Cuando está más débil y temeroso de
ser vencido es cuando se muestra más fuerte en sus argumentos y cuando sabe que
va a obtener una victoria confía cada vez más en que los indios son unos seres
desprovistos de orientación.
Es
de este modo que la actitud de Cortés hacia los indios es de conveniencia y
liderazgo. En el sentido de provecho tiene la información acerca del desorden y
falta de concierto de los indios como defensores de lo suyo (territorio,
posesiones, comunidad, etc.) y los embauca para subyugarlos; en la línea del liderazgo traspone los
umbrales de la comunicación para demostrar su supremacía como negociador, que como resultado da la determinación del “talón de Aquiles” de
los indios y la comprobación de que puede dominar sus voluntades con un mínimo de
esfuerzo.
[1]
López Medellín Javier y Felix Hinz, “Hernán Cortés. Segunda Carta de
relación.”, en Hernán Cortés. Un
obituario. p. 5
[2]
Sánchez - Barba, Mariano H. Hernán Cortés.
p. 63
[3]
Todorov Tzvetan. “Conquistar”, en La
conquista de América. El problema del otro. p. 43
[4]
López Medellín Javier y Felix Hinz, “Hernán Cortés. Segunda Carta de
relación.”, en Hernán Cortés. Un
obituario. p. 4
[5]
Op. cit. p. 8
[6]
Ídem.
[7]
Todorov Tzvetan. “Conquistar”, en La
conquista de América. El problema del otro. p. 58.