martes, 12 de febrero de 2013

La actitud de Hernán Cortés hacia los indios en La Segunda Carta de Relación



La concepción primera de Cortés en su encuentro con los indios se encamina a la alabanza de la superioridad de éstos con respecto a los del Caribe. Le sorprende mucho cómo después de trabar contacto con los indios de Cempoal, aquellos que están al servicio de Moctezuma le salen al encuentro poniéndolo en serias dificultades al hacer frente a sus avanzadas estrategias de ataque. Cortés no puede más que reconocer con cierta mezcla de admiración y sorpresa sus inesperadas habilidades de pelea: “Bien pareció que Dios fue el que por nosotros peleó, pues entre tanta multitud de gente tan animosa y diestra para pelear y con tantos géneros de armas para ofendernos, salimos tan libres.”[1]
En diversos textos las referencias a Hernán Cortés son las de un hombre con plena conciencia política y estratégica, tal como lo menciona Sanchez –Barba en su Hernán Cortés[2]. Cortés admiraba la capacidad para luchar mostrada por los grupos de indios, pero al mismo tiempo sabía de unos pueblos que estaban oprimidos por otros (los tlaxcaltecas por los mexicas) y aprovechando una capacidad comunicativa más astutamente desarrollada que la de los indios sacaba provecho de la situación de las quejas de los tlaxcaltecas para mostrarse como un liberador que los iba a ayudar a independizarse del dominio: “los indios no se dan cuenta de que las palabras pueden ser tan peligrosas como las flechas[3], por ello Cortés les prometía que los tendría “por amigos”[4] y ellos lo creían ciegamente.
Considero que el conquistador medía muy bien sus terrenos, de modo que planificaba la forma de asestar los golpes sin que los indios sospecharan de su ventaja. De hecho él aprovechaba la discordia existente entre los pueblos enemigos y el resentimiento de los habitantes de Churultecal hacia la potestad de  Moctezuma con el fin de sacar partido gracias a su bien calculado avance estratega: “vista la discordia y disconformidad de los unos y de los otros, no hube poco placer, porque me pareció hacer mucho a mi propósito y que podría tener manera de más aína sojuzgarlos y que me dijese aquél común decir de monte.”[5]
La actitud de Cortés hacia los indios es una reafirmación del alto grado de estima en que se tiene a sí mismo. Sabe  muy bien lo poderoso que es y puede llegar a ser, por lo cual asegura su habilidad de convencimiento en cuanto a unirlos al vasallaje de su alteza y en caso contrario a su persuasión;  entonces viene el empleo de la fuerza para con ellos:
Yo les hablé a aquellos mensajeros y les dije que embajada de tan alto príncipe como vuestra sacra majestad […] que dentro de tres días pareciesen ante mí a dar la obediencia a vuestra alteza y a ofrecerse por sus vasallos, […] iría sobre ellos y los destruiría y procedería contra ellos como contra personas rebeldes y que no se querían someter debajo del dominio de vuestra alteza.[6]
Por ende, la impresión que dejan los indios a Hernán Cortés es la de un cúmulo humano un tanto maleable y con poca resistencia.  Se presenta como amigo y como aliado de esos indios a la vez, generando confusión en sus discursos orales; esta situación es ejemplificada en el trabajo de Todorov [7] al mencionar el proceder calculador del español en la vía comunicativa con el líder de los mexicas. Cuando está más débil y temeroso de ser vencido es cuando se muestra más fuerte en sus argumentos y cuando sabe que va a obtener una victoria confía cada vez más en que los indios son unos seres desprovistos de orientación.
Es de este modo que la actitud de Cortés hacia los indios es de conveniencia y liderazgo. En el sentido de provecho tiene la información acerca del desorden y falta de concierto de los indios como defensores de lo suyo (territorio, posesiones, comunidad, etc.) y los embauca para subyugarlos;  en la línea del liderazgo traspone los umbrales de la comunicación para demostrar su supremacía como negociador, que como resultado da la determinación del “talón de Aquiles” de  los indios y la comprobación de que puede dominar sus voluntades con un mínimo de esfuerzo.




[1] López Medellín Javier y Felix Hinz, “Hernán Cortés. Segunda Carta de relación.”, en Hernán Cortés. Un obituario. p. 5
[2] Sánchez - Barba, Mariano H. Hernán Cortés. p. 63
[3] Todorov Tzvetan. “Conquistar”, en La conquista de América. El problema del otro. p. 43
[4] López Medellín Javier y Felix Hinz, “Hernán Cortés. Segunda Carta de relación.”, en Hernán Cortés. Un obituario. p. 4
[5] Op. cit. p. 8
[6] Ídem.
[7] Todorov Tzvetan. “Conquistar”, en La conquista de América. El problema del otro. p. 58.